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Mensaje por Selina Sheringham Vie Nov 30, 2012 7:43 pm

La noche era sumamente fría de otoño en New York, el invierno aún no llegaba y se acercaba el “Día de acción de gracias”, una festividad llena de contrastes aún qué en la mayoría no tenían idea de lo que realmente significaba dicha celebración, grandes fiestas y reuniones, especialmente una maravillosa cena con la familia, risas y elegantes vestidos, buenos deseos, sonrisas falsas y sobre todo en el ceno de la familia Sheringham, los comentarios hirientes con tal de mantener viva la traición y oculta la verdad. En esas fechas la hipocresía reinaba al menos frente a los numerosos invitados y a la prensa, qué no podía faltar. Esta vez no solo vendrían los empresarios, socios y trabajadores distinguidos sí no, algunos miembros de la banca y un par de invitados especiales de la ONU además para rematar con tres miembros del gobierno de Sierra Leona, quienes fueron invitados como una cordialidad qué les brinda la empresa qué tanto les ha ayudado… claro escondiendo el verdadero negocio entre ellos, el dinero y la esclavitud, la sangre y los diamantes.

La quinta avenida lucía llena de adornos, las tiendas departamentales presumían las novedades para las fiestas qué ya daban inicio, la lluvia era ligera pero las gotas parecían pequeños alfileres helados, la gente corría de un lado a otro, el vaivén de los autos, el ruido, las luces navideñas y al fondo el gran árbol qué aún no era encendido. Una hermosa joven de tez marmórea y cabello negro azabache, se abría paso entre el rio de gente, llevaba puesta una gabardina negra y unos jeans deslavados, botas no muy altas y una mochila al hombro, sus audífonos la separaban del mundo, sin embargo en sus felinos ojos azules se reflejaba dolor y rabia contenidas, el mundo se movía a un ritmo qué ella odiaba, chocaba con personas qué en su mayoría volteaban a decirle algún improperio, otros solo pensarían qué estaba drogada o algo así. Sus pasos eran mucho más lentos qué los de los otros peatones, de pronto se quedó parada al ver en una de las vitrinas un gran oso de peluche y al lado de este una cuna qué al paso del tiempo podría convertirse en una cama, sus ojos se llenaron de lágrimas, empuñó su mano derecha y se quedó ahí viendo la vitrina, perdiéndose en sus pensamientos, añorando tiempos pasados, deseando poder cambiar el pasado para modificar su presente y hacer mucho menos doloroso y solitario su futuro. Reaccionó y secándose las lágrimas qué ya corrían por sus mejillas decidió avanzar, sus pasos se encaminaban hacia un barrio cercano al Central Park, un pequeño bar era su destino, un pequeño local que daba albergue a muchos de la comunidad rockera de la ciudad, un escuadrón de motocicletas Harley estacionadas afuera daban la bienvenida, muy a su estilo tenían ya sus decoraciones, luces de colores, y un Santa Claus motorizado en chaleco daba la bienvenida a los comensales, dentro podía escucharse la canción de No Stranger To Love, de Black Sabbath.

La joven sonrió quedándose de pie frente a la fachada del local, hubo algunos chiflidos y piropos subidos de tono, a lo cual la joven solo sonrió y enseñó el dedo medio de su larga y delicada mano. Un hombre alto, fornido y con una expresión bastante seria le hizo frente cortándole el paso y colocándole la enorme mano derecha sobre el hombro izquierdo, los brazos del tipo eran sumamente musculosos y ella apenas le llegaba poco arriba del codo –A dónde vas hermosura, como es qué una mamacita como tu está sola por este lugar, qué no sabes qué es muy peligroso?.- le dijo de una forma amenazante, los ojos del hombre brillaban, en ese instante los pocos comensales y los qué estaban afuera disfrutando de la noche qué estaba por llegar, se quedaron callados sin embargo más de uno sonrió con malicia de forma amenazante, algunos avanzaron poniéndose al lado de ambos. La joven dio un profundo suspiro y frunciendo el ceño volteó a ver al hombre, sus ojos azulinos profundos como el zafiro se posaron en los de el fornido hombre, negó tomando la muñeca de la pesada mano qué se había posado en su hombro –Voy a donde se me da la gana, tengo la edad y el poder para hacerlo.- expresó respondiéndole amenazante a lo cual el grandulón apretó su hombro sonriéndole mostrando su blanca dentadura en la cual resaltaba un diente de oro –Las niñas bonitas como tú sirven para juguete… no sabías?.- le dijo con esa expresión dura y amenazante, la chica apretó la muñeca del hombre viéndolo fijamente –No me asustas, créeme me metí en la cama de uno de los más cabrones de la ciudad y vivo rodeada de víboras y asesinos, así qué, dime tú a donde vamos a parar con todo esto?.- respondió altanera desafiándolo con la mirada –Chuck no quiero jugar hoy, invítame un par de cervezas en verdad las necesito.- expresó la chica sonriéndole con cierta ternura y melancolía al hombre.

Este correspondió posando la otra mano en su cabeza apretándola ligeramente y despeinándola –Chiquilla, deja ya de venir por aquí con esta cara no te hace bien, en verdad corres peligro.- le dijo mientras la acompañaba dentro del local, la chiquilla dio un largo suspiro bajando la mirada pasando la mano por la cintura del hombre la punta de sus dedos apenas alcanzaban el comienzo de esta –Pero si alguien quisiera hacerme daño ustedes me defenderían no?.- pregunto tiernamente como una adolescente buscando protección, el hombre asintió dándole un pequeño abrazo apretujándola contra si –Sabes qué quien te haga daño nos la va a pagar Gatita, fuiste importante para Zephire y te has sabido ganar nuestro respeto y nuestro cariño, no te preocupes por eso pero, fuera de estas paredes no podemos hacer nada por ti y lo sabes.- le respondía acompañándola a la barra, el decorado estaba lleno de posters, un par de motocicletas Harley de colección, la música era rock clásico, canciones del metal de todos los tiempos como el mismo Chuck les llamaba, era el dueño del local y era un gran amigo de “La Bestia” y de la “Gatita” como él mismo les llamaba. La joven tomó asiento frente a la barra viendo de reojo la rockola y las cuatro mesas de billar, sonrió de una forma melancólica y picara a la vez.

El hombre se puso tras la barra sirviéndole él mismo un tarro grande de cerveza, volteo a donde la chiquilla veía soltando una carcajada –Aún me deben dos mesas y la otra rockola, no entiendo los dejé medio matándose casi a golpes y cuando llegué estaban desnudos sobre una de las mesas, y la otra tenía manchado el paño de entre sangre, cerveza y… a saber qué otras cosas.- dijo burlándose. La joven tomó el tarro asintiendo –Una de las mejores noches de, violencia, rock, cerveza y sexo qué he tenido en mi vida.- dijo mientras se le enrojecían los ojos bebiendo luego un trago, guardó un doloroso silencio daño un largo suspiro, el hombre la vio acomodándose frente a ella –Vino… la semana pasada con Keisa, ella se fue por qué tenía qué ir a no sé qué con la niñera, supe qué se habían visto, qué pasó Selina?.- le preguntó acercándosele volviendo a poner la mano en su cabeza cubriéndola casi –Estaba dolido, hecho un energúmeno, cuando Kaisa se fue, un tipo armó bronca y conoces a La Bestia, tuvimos qué separarlos por qué casi mata al pobre pendejo, se encabronó cuando le pregunté agarró la moto y se largó.- le confesó tiernamente. La joven volteó a verlo dejando escapar una lágrima –Me odia y… más me odiará cuando sepa… crees qué venga hoy?.- preguntó la joven temerosa –No lo sé, estaban investigando no sé qué pero, se iba a reunir estos días con un ex compañero de celda de Nicholas, quizás tengas suerte.- le dijo el hombre despeinándola nuevamente, no quería meterse en cosas sentimentales, los apreciaba a ambos y no quería estar en medio, sabía de lo qué ambos eran capaces. Se alejó dejándola sola para qué se desahogara a su vez.

Comenzó a escucharse Promises de Megadeth, la joven sacó de su mochila un par de brazaletes de hospital, uno normal y el otro uno muy pequeñito, con el nombre “Richard Emil Oliveira Sheringham”, la joven los entrelazó tomándolo con fuerza apretándolo en su mano derecha, luego sacó una carpeta llena de fotografías y algunos documentos de hospital y las copias del certificado de nacimiento, abrió la carpeta viendo dos fotografías, una de ella misma cuando tenía diez y seis años con un recién nacido en brazos, traían puestos los brazaletes, luego una foto del pequeño solo en los cuneros. –Si vienes esta noche… sabrás la verdad.- expresó la joven felina derramando un par de lágrimas dando luego un largo trago al tarro –Vamos Zephire… vamos Bestia, te invoco, llévame de una puta vez al infierno.- dijo viendo a la puerta, esperando…

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Mensaje por Zephire Oliveira Dom Dic 02, 2012 12:16 am

Las calles se hallaban cubiertas con el simple pero peligroso manto resbaloso de las ultimas lluvias otoñales. Uno de los fines de semana más importantes del año estaba a la vuelta de la esquina, poniendo frente a frente el doblemoralismo de los ciudadanos de esa noctambula ciudad; Día de acción de gracias, donde los festejos se centraban en las modestas reuniones familiares y las galas más importantes, suntuosas y superficiales. Ingredientes indispensables para mantener engrasado el gigantesco engrane de apariencias sociales. No tan fantasioso como las festividades decembrinas, pero sí era un preludio a la humanización de los magnates, que cual temporada de caza comenzaban a dejar caer una lluvia de caridades sobre los menos afortunados. Y unas cuantas horas más adelante, la fecha más ajetreada para cualquier cuerpo policíaco, el maldito black friday, donde toda prueba de austeridad y cariño por el prójimo que hubo de ser mostrada frente al pavo y los manjares se derrumbaba mientras como aves de rapiña se arrojan sobre las tiendas departamentales, pagando cifras estrafalariamente estúpidas, disfrazadas de descuentos. Por suerte ese año estaría del lado civil de las festividades, forzado por la noruega de inculcar las pocas costumbres decentes del país más plural sobre la faz terrestre, en aquel pequeño ser que había robado toda su humanidad.

Entró por ultima vez aquella noche al despacho de Ferrara, su superior, quien le había dejado sobre el enorme escritorio de ébano pulido un folder amarillo deslavado, grueso y algo desgastado a la vista. En la lengüeta se leían esas siglas tan conocidas para él: N.O/R.S. Cada noche al viejo folder se le agregaba dos o tres folios, con información de todo tipo, desde la más banal hasta la que para Oliveira era de suma importancia. Todo lo era, siendo desde hace cinco años su única obsesión era derrumbar pieza por pieza a la pila de cartas más poderosa de aquél entonces. La familia de los diamantes, como eran conocidos en los medios escritos y la prensa amarillista, quienes por nacer en cuna áurea y rodeados de bienes hasta donde alcanzara la vista, creían tener el mundo entre su pulgar e índice. No estaban nada alejados de la realidad, pero Zephire se haría cargo de lo contrario, a toda costa y con el precio que esto conllevase. El crujir de la puerta lo regresó de los dominios de Marte, virando hacia el umbral, donde uno de sus colegas le miraba expectante.- Mañana a las 7:30, ni un minuto más, O'brien -. El hombre no más grande que él asintió en un movimiento seguro, halando la puerta tras de si para dejarlo nuevamente con sus demonios. Una ultima mirada se detuvo sobre el folder, antes de que lo tomara, guardándolo en el morral de piel.

Unas cuantas despedidas protocolarias después, se montó sobre su Night Rod, arrancando sonoramente al exterior. Hacía todo lo posible por rodear el tumulto de gente y tráfico acumulado que se habría formado esa noche en la quinta avenida, aunque sus motivos eran meramente ignorar toda la parafernalia concerniente a navidad y esa musiquita que sodomizaba sus oídos con las alegres y repetitivas notas. No era la persona más festiva, menos recordando que justo por aquellas fechas, el caos había comenzado a reptar dentro de las paredes de su casa, de su gente. Las personas que le conocían habían aprendido con el tiempo -A la mala en mayoría de las ocasiones- que ese era un tema prohibido en su presencia, a menos de que la misma Bestia fuera quien lo sacase al aire. No era un punto esperanzador, pero milagrosamente llegaba a suceder de vez en cuando. Salió de Grammercy park evitando girar a su diestra, no hasta ir bien adentrado a la novena avenida, donde si las calles no eran inhóspitas, no cualquiera se atrevía a adentrarse de noche. Se tenía que tener los cojones suficientes para defenderse en la zona ya caído el sol si no eras conocido de los vecindarios y el cerebro para saber manejarlos. Zephire tenía ambas, aunque con tantos años ahí, era uno más de ellos, técnicamente hablando. No solo compartió sangre en los puños, sino la protección aumentó en cuanto obtuvo el cargo de detective. Le debía años de experiencia a ese lugar.

La noche apenas daba sus primeros respiros y aún no le pasaba la idea de llegar directamente a casa para encerrarse nuevamente en el papeleo hasta que el cachorro de tigre apareciese a jugar con él, por lo que el lugar idóneo ya lo tenía marcado en su mapa mental. Callejuelas más y otras menos, quedando en la fría vereda que separa la zona habitacional del gran pulmón verde que es Central Park. La trémula lluvia había cedido hace un rato considerable, así que además del traicionero asfalto, el único vestigio que tenía sobre sí eran las gotas brillantes sobre el casco y la chamarra. Pronto el sonido de la guitarra de Iommi ahogó el ruido del corcel de acero. Las miradas de reojo, recelosas y expectativas eran algo común, nunca se sabía cuando un contrario se atrevería a pararse en el local, aunque el sitio estrictamente era considerado punto neutro, los osados eran cosa común. El motor cual fiera se apaciguó al giro de la llave, dejando el casco sobre el acero. El cabello lo llevaba amarrado en una coleta, dejando libres sus facciones férreas como la roca, al igual que aquel par de ojos que parecían carecer de paz en su interior, la bestia volvía a los terrenos conocidos.- Eh perro, más calmado que la vez pasada, me debes aún la budd helada- Exclamó una voz ronca detrás de si, donde una harley plateada servia de apoyo para un tipo fornido, tres veces su talla pero bofo de carnes, una sonrisa a medio rostro se plasmó en su faz, seguido de una negación .-Si como te acuerdas de tu puta cerveza te acordaras de tu madre, no tendría que estar rondandola dos veces por semana- Contestó con un dejo de sorna en su voz, palmando su hombro con camaradería -¿Qué coño haces afuera?- Preguntó quitandose los guantes mientras los guardaba en el morral -Esperándote, mi amor- Dramatizó el hombretón, alzando la trompa a la par que cerraba los ojos, las risas de quienes le rodeaban no se hicieron esperar, al igual que una que otra mentada -No me vengas con puñeterías, Max, vamos, te debo tu cerveza, no quiero tu hediondo fantasma rondándome por eso-.

El Black Bull había funcionado como su escapadera de la realidad en más de una ocasión. Ganada o perdida la pelea, ahí era donde el brasileño paraba para refrescarse con los tarros helados de buddweiser, la música con la que había crecido y la gente que a punta de patadas se había ganado su maldita confianza. Massimo era uno de los tantos "perros de pelea", el viejo grupo de box que "custodiaba" la zona, igual que él antes de entrar con las fuerzas y principalmente, quien junto con Chuck y Kaisa le habían hecho familiar del mundo oculto del Hell's kitchen. El gigantón no era fanático de su nombre claramente italiano, por lo cual, para cualquier persona cuerda era Max, sin más.- Bestia, una partida de pool ¿O tu plaquita te lo prohíbe, maraca? -Picó el orgullo como todo macho respetable pensaba hacerlo, a lo cual Zephire lo acorraló colocandole el antebrazo bruscamente sobre el cuello- Mi plaquita solo sirve cuando quiera tu enorme trasero en la carcel, y no quiero a Nona infartada, cabrón -Expresó con una sonrisa lobuna de oreja a oreja, bajando el brazo para tomar el taco de la pared.- Quien pierda invita la ronda.
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Mensaje por Selina Sheringham Dom Dic 02, 2012 2:03 am

La ligera lluvia se intensifico, la música y el choque de las bolas de billar así como los motores deteniéndose, todo aquello llenaba el bar de un extraño ambiente festivo, risas y chistes soeces, las chicas qué acudían al lugar tenían una belleza muy particular, eran personas autenticas qué fuera del lugar tenían una vida común, no era fácil hacerse uno de ellos, en el bar como en muchos otros lugares el respeto se gana a pulso y el cariño viene con la verdad. Chuck vio entrar a aquel hombre en cuyos ojos podría verse el infierno como si fueran túneles a este, dio un largo respiro chasqueando con la lengua, vio de reojo a la chiquilla a lo lejos en la barra –Ey cabrones, donde me rompan un taco más les juro por la Virgen qué se las meto en el culo y sin vaselina.- expresó acercándose a ellos, Max era más o menos de sus características, un cliché entre ellos aún qué eso poco les importaba, el hombre se acercó a los amigos agarrándolos por los hombros separándolos con fuerza y tomando el taco de Zephire con la diestra, él era uno de los campeones de antaño y aún se conservaba en forma pese a la grasa acumulada por la buena vida –A ver parejita, yo les pago el motel luego, sus puterias déjenlas para otro momento.

Max, sácame a la gente del local.-
ordenó viéndolo fijamente -Zeph… te buscan, la Gatita está aquí.- le dijo al hombre de tez morena, viéndolo a los ojos intentando descifrar su reacción –Parece importante… deja de huir Bestia.- comentó soltándole. Max al escuchar volteo a ver a la chica cuyos cabellos caían en cascada cubriendo su rostro –Qué hace la perra ricachona aquí?, nunca me cayó bien no sé como la aguantan.- dijo gritándolo lo suficientemente alto para qué ella escuchara volviendo a ver al brasileño cuyas expresiones parecían talladas en el más fino granito –Bestia… la sacas tú o la corro yo?.- sentenció viéndolo fijamente a los ojos, el código entre ellos era fuerte “No hay nalga qué separe una amistad” decían.

Mientras tanto, la chiquilla bebía lentamente con las manos pálidas, frías y temblorosas posadas en el tarro, la cerveza más le sabía más a legía qué a cebada fermentada, sus sentidos estaban centrados en aquella fotografía, recordaba el momento en el qué Evan había revelado la verdad, lo odiaba por eso pero más se odiaba a si misma por haber perdido el control, recordaba las palabras de Tyler y de su amiga en Suiza “Tú no tuviste la culpa eras una adolescente y te tuvieron drogada”, pero no era disculpa para ella, mucho menos lo sería para aquel qué aún era dueño de su alma. Negó un par de veces esperando qué todo pasara, sin más acomodó los codos en la barra como una chiquilla viendo una triste fotografía, las facciones del pequeño, sus ojos oscuros como los de su padre, las manitas qué habían apretado sus dedos muchas veces, su llanto, las pequeñas risitas. Dio un largo suspiro mientras acariciaba con la mano derecha el pequeño brazalete qué hacía unos días le había mostrado a Zephire.

Pensó en irse corriendo, pero salir así no arreglaría nada por el contrario, llegar a casa y ver a los “tíos” conviviendo felizmente con los invitados, tampoco era una opción. Los azulinos ojos se posaron a su izquierda en la rockola, se levantó dejando los papeles en la capeta, sin embargo se llevó consigo el pequeño brazalete. En ese momento lo sintió, sintió una fiera mirada sobre ella, más no se atrevió a voltear, fingió lo mejor posible naturalidad, secó las lágrimas de sus ojos dando un largo respiro, podía notar como el pulso se le aceleraba y un hueco en el estomago se abría. Negó mientras controlando el pulso sacaba una moneda de la bolsa derecha de sus jeans, la metió por la hendidura con las manos trémulas y comenzó a buscar, las fuerzas le faltaban y el valor del qué hacía gala en un comienzo se iba desvaneciendo. Una rafaga de amor propio le llegó "A qué le temes?, lo hiciste una vez, entraste en su alma una vez... intenta de nuevo fiera", se dijo a sí misma.

Al fin encontró una canción, sonrió de medio lado de forma sarcástica la seleccionó sin más sabiendo qué podía remover muchas cosas, era como echarse sal a la herida para qué se curtiera sin importar qué se hubiese abierto y aún sangrara. Kamelot comenzó a escucharse, Love you to death era lo qué resonaba por el local, tras unos segundos decidió voltearse y avanzar de nuevo a la silla, su expresión se volvió altiva, la mirada felina del color del zafiro se fijo en el trio de hombres, fría aparentaba estar serena aun qué su corazón latia con la fuerza de una manada de leones surcando la sabana, no volvió a sentarse solo subió la pierna doblando la rodilla en la silla, tomó el tarro y bebió poco más de la mitad “No sé qué mierda hago aquí… estoy harta, me largo” dijo para sí misma aún si saber si era un arranque de valentía o de orgullo. Escuchó las palabras de Massimo lo cual le calentó la sangre, había algo qué siempre habían tenido en común La Bestia y La Felina, la volatilidad, ambos podían explotar con una sola palabra a veces con una mirada, eran impulsivos y en esa ocación la Gata estaba herida, tomó la carpeta acomodando lo qué llevaba dentro, dando un largo respiro dedicó una fulminante mirada al hombre, y sonriéndole de medio lado simplemente le mostró el dedo medio y en sus labios se pudo leer –“JODETE MALDITO GORDO”.- giró la mirada, sacó de su bolsillo izquierdo la cartera, siempre dejaba buenas propinas, y esa noche no sería la excepción, sacó alrededor de seiscientos dólares, se apegó a la barra y con un salto logró recargarse en ella dejando el dinero en la caja semiabierta.

Por la posición en la qué se encontraba un tipo qué estaba a su lado le lanzó uno de esos finos piropos qué tanto la enojaban –Los Ángeles no tendrán espalda… pero qué culo tienen.- un par de hombres qué lo acompañaban soltaron una sonora carcajada, sin más la joven se bajó de la barra y caminó hacia al tipo encarándolo, sin embargo las tres miradas sobre ella la hicieron detenerse, en especial la de Chuck quien frunció el ceño adivinando las intenciones de la pequeña felina –Escúchame pedazo de mierda… si quieres mi culo, tendrás qué vértelas primero con mi tío y con el padre de mi hijo, ves a esos tres mastodontes de allá?.- preguntó la chiquilla sacando algo de la garra qué la caracterizaba era como si el tiempo volviera atrás y la mente le jugara una mala pasada –Chuck es mi tío y La Bestia es mi…- expresó cayendo en cuentas de la tontería qué acababa de decir. Años atrás decía esas cosas y con solo una mirada Zephire lograba ahuyentar a quien se le acercara. –Chuck es tu tío?, nena tienen buenos genes, quizás luego hoy no tengo ganas de pelearme por un bonito trasero.- respondió viéndolos de reojo. Chuck se rió de la cara de los tipos –La enseñaste bien… la ultima vez qué vino le partió la nariz a uno y a otro le quebró los huevos.- confesó mientras veía como tomaba asiento bebiendo un poco más de la cerveza.

La mujer de Chuck llamada Irene se acercó al trío –Qué hay Zeph?, ya vamos a empezar tan temprano?.- preguntó viendo hacia Selina –Chuck… quedamos en qué estas escenas no se iban a repetir, el par de calenturientos nos deben aún las mesas de billar, como siete tacos y el paño de la otra…- expresó con cierto asco al recordar la escena. –Irene sirve la última ronda… cerraremos, Zephire me dará setecientos por la colaboración, además quiero irme a casa a ver a los niños y cogerte como nunca belleza.- comentó pasando la mano derecha por el trasero de la mujer apretándolo, Irene solo bufó y le dio un golpe en el estomago. Caminó hacia la barra para servir la última ronda de cervezas justo frente a la peli oscura –Selina, no sé qué ganas con esto pero, espero qué valga la pena… y no quiero condones tirados por ahí.- dijo sin imaginar lo qué pasaría. –Irene me haces un favor?, podrías llevarle a Max esta nota?.- expresó sonriendo de medio lado, tomo una de las plumas de enfrente a la caja y anotó algo en una servilleta. Irene sin negarse al ir a llevar las cervezas le entregó a Max la nota qué decía “Massimo salúdame a tu pequeño amigo, dice tú mujer qué hace años qué no lo ve y mucho menos lo siente.”

Chuck volteo a ver de nuevo a Zephire –No quiero problemas Bestia… sabes qué hablo en serio, cerraré el bar como un favor especial hacia los dos, es la última vez. Quedó claro?.- expresó mientras caminaba entre el brasileño y su amigo…
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Entre tu odio... y mi amor. -Zephire.- Empty Re: Entre tu odio... y mi amor. -Zephire.-

Mensaje por Zephire Oliveira Dom Dic 02, 2012 11:30 pm

Giró con brusquedad, abriendo los brazos como si buscase pelea al escuchar la voz de otro de sus viejos perros- Ya te pagué los anteriores, levantame el castigo, ojete -Rió como pocas veces, pero generalmente en su hogar o en el Black recuperaba una parte de la alegría de antaño. Haciendo honor del apodo que tanto le grabaron a fuego, podía notar el sopor cansino de la adrenalina enviciando el aire, más que adrenalina, era una tensión tangible que fruncir el ceño fue un acto natural ante aquello. Recargado en el taco esperaba a que Max terminase de acomodar las bolas, cuando sintió el forcejeo de la manaza de Chuck sobre su hombro, seguido de verle quitar el taco, lo cual no hizo más que plasmar una genuina extrañeza en su cara, negando cortamente ante la broma que siguió- Tranquilo, macho, luego te lo dejo para tus cinco minutos de putería -Dijo mucho menos jocoso al notar de reojo una figura digna de sus deja vus. Podía identificar en cualquier lado aquél cuerpo que maldijo durante tantas noches.

Tienes que estar bromeando cabrón, de verdad -Espetó el brasileño, clavando la mirada como pozos de fuego sobre la felina. Los ojos lechosos por el tiempo, pero igualmente ávidos de Max asomaron sobre el hombro de su camarada, a quien igualaba el monolítico tamaño. No tuvo que esperar mucho antes de que el barbón, haciendo honor al código dijese una sarta de pendejadas como era su costumbre. Le incomodaba el ver que la tratase mal, muy aparte de ser quien era, seguía siendo una mujer y la Bestia odiaba cualquier mal trato hacia las mujeres a menos que fuera él quien los ocasionara; pero el ex campeón conocía mejor que muchos la historia que había tenido y el sufrimiento que esta llevó como consecuencia.- Gracias perro, pero tengo los huevos suficientes para solucionar mis problemas -Monocorde enfatizó sus palabras al fijarse en los orbes consternados de Chuck.- Todo en su vida es importante, claro, ahora lo trago -Comentó entre dientes- ¿Te pagó para cerrar o es la puta obra del día?.

Podía observarla, con esa ligera temblorina de cachorra temerosa mientras el cabello de ónice resbalaba a ambos lados del bien conocido y marmóreo rostro.- No seas tan mierda, Zeph. Trágate por una vez tu puto orgullo y escúchala -Detrás de sí escuchaba claramente la ronca voz de Max, sacando a cada uno de los presentes, cortés con las mujeres y digno cabronazo con los demás. A ese trío de animales en particular les debían respeto, por lo cual no era mucho el intercambio de palabras antes de que el dinero fuera dejado en las mesas.- El show terminó, a follar a otra parte, mañana se regresa a lo de siempre. Anda culo lindo, a sonreír a otro lado - y por respeto a su grupo mismo, entre ellos se había evitado el tema de la felina, aunque para Zephire nunca fue secreto el amor paternal que Chuck le brindó a Selina aún después de que su relación se hundiese en el fondo del averno. Aunque aquél ambiente distase bastante de las mafias, curiosamente se manejaba con las mismas reglas; Una vez dentro, no se sale, a menos de que se haga algo tan malo que tu cabeza deba terminar en la pared.


Finalmente la vio moverse directamente hacia la nueva rockola que él mismo habría de cambiar tiempo atrás. Muchos eran los sentimientos que le llenaban en ese instante, pero querer arrojarla contra la pared y largarse era el primero y más potente de ellos. Sus movimientos aletargados le exasperaban en extremo- Ya, maricón ¿Me gano una puta cerveza con esto? Que nos jodiste la noche en grande con tus sorpresas mierderas -Chuck propinó un buen golpe en la nuca del otro gigante, en un intento de hacerlo callar- Por amor de Pamela Anderson, ahora vienen las canciones dolidas -La diestra se estampó en su rostro al escuchar una tonada que para el brasileño fue una directa mentada de madre -"A qué cojones juegas, niña" -Pensó para si antes de meterse entre los dos, quienes ya llevaban avanzado el calentamiento. Los ojos que tantas veces lo reflejaron se habían dignado a levantar la mirada; podía fingir tanto como quisiera, pero para su desgracia, le conocía, cada centimetro de ese cuerpo ya lo conocía. Y en uno de los arranques tan conocidos, que él sabría desatado por las pendejadas de su compañero, la chiquilla se veía dispuesta a irse. Quizás la noche al fin le daría un respiro de tranquilidad después de tanta jodida tensión, pero aquello iba a medio hervir.

Una de aquellas caras que conocía por haber golpeado o haber compartido cerveza lanzó el dardo contra el orgullo de Selina, lo cual lo dejó expectante ¿Habría cambiado o actuaría como era costumbre? El preludio era el mismo, como si el tiempo hubiese ido en reversa repentinamente, donde la cría de fiera apenas sacaba las garras, segura de que ellos le harían guardia. Un favor por los viejos tiempos... quizás- El bar está cerrado y tus pinches nalgas siguen aplastando el asiento. Aprendió bien, pero te doy la oportunidad de que no experiencies directamente de la fuente, imbécil -Sentenció con voz lúgubre, mirando con aquel rostro naturalmente altivo. Ya entrado en gastos ¿por qué no aprovechar para cortar la presión de manera efectiva? Pero el acto inteligente del hombre al levantarse, mirándole con recelo y la aparición milagrosa de Irene, nuevamente vendrían a cambiarle el plan- Fuiste bendecido, pendejo, tenlo en cuenta -Gruñó entre dientes a medida de que el tipo se marchaba- El par de calenturientos no tienen más que una reunión arreglada por tu supuesto rey salomón -Contestó apuntando con la cabeza a su marido. Sus ojos se entrecerraron con un gesto mucho más duro que el anterior al escuchar la tarifa obligatoria por la reunión despreciada- No pierdes tiempo, culo bofo -Las risas desganadas de Chuck no fueron de esperar, aunque el moreno pusiera el dinero en manos de su pelirroja mujer.

Más problemas de los que tu me has traido, no sueñes Bulldog.-Finalizó mientras se despedía soltando un puñetazo con más fuerza de la debida sobre el bicep de Chuck y una palmada en el hombro de Max- Quiero mi bar completo, Zeph, que no se te olvide -Soltó Irene con cierto toque maternal, a lo cual el hombre solo pudo asentir con una sonrisa forzada y a medias. El italiano se echó la servilleta a la boca antes de aferrarse a su miembro con el rostro cargado de coraje- Mi esposa no es una perra frígida como tú, Señorita Diamante -Escupió las palabras al igual que la bola de papel babeada, saliendo por la puerta trasera del local.

Y el en el noveno círculo infernal encontramos a...? -Preguntó frívolamente mientras tomaba el taco que hacia un buen rato le había quitado, golpeando las bolas al azar.
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Mensaje por Selina Sheringham Lun Dic 03, 2012 1:20 am

Poco a poco la primera escena del bizarro melodrama iba finalizando, uno por uno a regañadientes y soltando todas las palabrotas conocidas tanto para Chuck como para Irene el local se vaciaba poco a poco, había algunos qué se llevaban sus botellas de cerveza y uno qué otro tarro, el aroma a cigarro y el estruendoso sonido de los corceles de acero poniéndose en marcha rumbo a alguna casa o quizás a otro local, opacaron el final de la canción. La joven se mantenía lo más tranquila posible, aún qué dejó salir una sonrisa burlona ante la reacción de Max sobre su pequeño recado, el bar casi se había vaciado y Chuck regresó para cerrar la caja y tomar sus cosas, solo con una sonrisa asintió y dejó unas copias de las llaves del local en la barra al lado de la chiquilla cuyos azulinos ojos apenas pasaban por el rostro de aquel qué de verdad parecía endemoniado. Sin quererlo le emocionó el hecho de qué le respondiera al tipo qué se atrevió a faltarla. Era claro qué a Zephire no le gustaba lo qué pasaba, pese a todo ese era su territorio y ella era solo una agregada cultural por llamarla de cierta manera, se mordió el labio inferior al tiempo que negaba, la música cesó y al final salieron los últimos comensales, Irene y Chuck quienes al salir iban peleando sobre lo qué cenarían esa noche y Max junto con una de sus amantes una de las meseras del local.

La joven bebió el contenido de la cerveza, el único sonido del local era el de la lluvia golpeando los cristales y los motores alejándose, dando un largo suspiro Selina en sus últimos esfuerzos sacados del orgullo pero sobre todo el amor qué aún sentía por su primer y único amor, sacó la carpeta de la mochila, la abrió dejando afuera la hoja donde se veía la fotografía de Emil y sus datos de nacimiento, sacó también el brazalete del pequeño y sin más escuchándolo gruñir de forma cansada y por demás molesta se acercó a la mesa, el golpe con el qué abrió las bolas metió cerca de tres y el choque de estas eran como un anuncio a la fuerza del luchador. Sin más se paró a un costado de la mesa apenas a unos centímetros del padre de su hijo, dejó caer las hojas sobre la mesa justo frente a él –Richard Emil Oliveira Sheringham, nació un seis de febrero, pesó tres kilos cuatrocientos gramos, ojos café oscuro, por la corta edad de la madre se recomienda dejar al recién nacido en observación por al menos veinticuatro horas.- expresó dejando caer luego el brazalete –Nombre de la madre: Selina Stefanía Sheringham Galliardi, edad quince años, nacionalidad Estadounidense. Padre: Zephire Noronha Oliveira, edad veintitrés años, nacionalidad Brasileño.- dijo citando tanto el certificado de nacimiento como el brazalete.

Se recargó en la pared alejándose unos pasos de Zephire, viendo fijamente la fotografía –Es hermoso, tenía hambre como ningún otro en los cuneros, fue muy grande y yo no estaba completamente desarrollada, fue cesárea.- confesó con dolor en sus palabras, sin embargo se mantenía fuerte. –Quería qué estuvieras con nosotros, qué lo vieras crecer dentro de mi, te llamé varias veces pero, era obvio qué en tú casa no quisieran saber de mi, fui a buscarte pero nunca logré verte, vine a este lugar un par de veces hasta qué Irene me regañó pues al ser menor de edad podría hacer qué clausuraran el local. Mark y Evan convencieron a mis abuelos para qué no me dejaran salir de la mansión, sabes bien lo qué pasó con mi padre, y se agarraron de eso para luego sacarme del país, estando en Suiza con seis meses de embarazo, volví a llamarte no sé cuantos cientos de veces pero Carla tú cuñada me dijo qué… estabas con Kaisa, qué no volviera a llamar qué tuviera dignidad, me colgó y… luego cambiaron el número de teléfono.- expresó dando un largo suspiro con un nudo en la garganta.

-Lo siento Zephire… Emil te conoce desde antes de nacer, tengo aún algunas de las canciones qué te grabé a escondidas cuando tocabas la guitarra en casa, las escuchábamos juntos y el… reaccionaba, se movía y me pateaba como reclamandome tu presencia.- comentó viéndole fijamente buscando su mirada. –Iba a decírtelo, pero cuando terminara lo de Nick… en verdad quiero ayudarlo.- confesó derramando una lágrima qué le venía desde el alma, preparándose para la reacción de la Bestia quien, era uno de los pocos ante los cuales se doblegaba…
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Mensaje por Zephire Oliveira Lun Dic 03, 2012 2:20 am

El silencio se adueñó del recinto después de que dos de los tres perros salieron por la puerta, dejando al más joven -E insensato- de ellos dentro del local, como fiera lacerada que había sido cegado por la ira. Pero el silencio no le era grato, ese tipo de tranquilidad la conocía y siempre precedía un estruendo mucho peor que el antecesor de este... Teniéndola cerca sabía que ese era el único camino disponible. Tres fue el número de bolas que no terminó girando aleatoriamente por la mesa negra, antes de que un folder bastante parecido al que tenía guardado en su morral cayese en seco junto a su diestra empuñada al rededor de la madera pulida. Mirarla de reojo fue un acto reflejo al sentir la presencia a su costado, seguido de los movimientos corporales parsimoniosos que parecían alentar a la felina en la puerta al matadero. Y como el ritual ceremonioso que llevaba acabo, comenzó la letanía. El nombre que pronunció no causó más que confusión en el semblante de brasileño, más si se agregaba el hecho de la inusual combinación de apellidos, algo que tiempo atrás podría haber visto como posible y ahora solo resultaba alguna suerte de aberración; las palabras siguieron su curso mientras él como escucha prestaba atención, fijando la mirada en un punto muerto delante suyo.

Oliveira Sheringham.

Fueron las letras que atraparon su interés cuando un pequeño brazalete, de no más de tres pulgadas fue depositado junto al folder donde finalmente veía la cara de un recién nacido... de un vástago suyo. Sus manos tomaron con sumo cuidado el pedazo de plástico rotulado, mirando como si fuera un juego, parte de su mente que buscaba gastarle bromas en cobro al exceso de cansancio que llevaba a cuestas. Para el momento que giró a verla, inteligentemente -al menos lo consideró así- Selina se encontraba a una distancia prudente, aunque seguía a su alcance si ese fuera su deseo. Y cada palabra que salía de su boca, agregaba detalles a la escena mental que se iba formando dentro de su psique; la vio sufriendo por su corta edad, quizás demacrada, mancillada por la falta de desarrollo. Poco a poco la imagen giró, mostrándole a la misma mocosa que arbitrariamente le dio la espalda cuando él más la necesitó, cuando más apoyo buscó en la que creía ser diferente a la cuna de alimañas en la que llegó a conocerla, ocultándole una de las cosas más importantes que pudieron tener.

¿Donde está? -Fueron las únicas palabras que pudo acertar a decir, nublado por la rabia que germinaba contra los Sheringham y contra ella, que habían crecido como la maleza en un santiamén.- ¿Dónde coño lo tienen, Selina, dónde está mi hijo? -Sus ojos se mantenían fijos en el mismo punto que había trazado delante de sí, notoriamente tenso y poco a poco las venas de los brazos y el cuello se marcaban por las oleadas de sangre hirviendo que surcaban bajo su piel- Si de verdad hubieras querido una familia, habrías luchado por ello -Espetó dejando los papeles sobre la mesa, caminando en su dirección apresuradamente- No eres estúpida, Selina. Podrás ser caprichosa, mimada y lo que se te antoje, tienes el puto dinero para ello, pero jamás estúpida, eso te hace diferente -Decía en algo similar a un soliloquio, deteniéndose en seco- ¿Como coño pudiste ocultarme esto? ¡Yo era el padre, carajo!
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Mensaje por Selina Sheringham Lun Dic 03, 2012 3:01 am

Aquel momento podría ser descrito solamente por un caprichoso Dios qué gustaba jugar con sus creaciones, era un extraño enfrentamiento, era como si una princesa salida de un enfermo cuento de brujas y demonios se atreviera a salir para enfrentarse nada más y nada menos qué con aquel a quien se juró dar la vida entera, no le importaba nada en ese instante, solo reparar en algo su falta si es qué la había tenido. Ninguno era consciente del daño qué podían hacerse. Ella era una firme creyente de las artes oscuras, y sabía perfectamente qué el karma alcanzaba a todos, en esta vida o en otra, estaba segura y podría apostar sus manos y sus ojos por qué la sangre derramada por aquellos qué sacaban los diamantes qué día a día incrementaban la fortuna familiar, la habían alcanzado, sin embargo era justicia lo qué pedía.

Su corazón se partía en mil pedazos como una estatua de cristal, al notar aquella rabia, el aura magnética y mística qué lo cubría, se iba tornando de un rojizo carmesí como la sangre misma, el odio se apoderaba de él y la rabia de a poco lo hacía presa de si, mientras ella por primera vez dejaba fluir las lágrimas sin gritos, sin reclamos, limpias y sinceras como las aguas de los manantiales. Al notar la sanguinaria mirada clavándose en ella levantó la cara hiriéndose frente a él, sin poder ni querer detener las lágrimas –No lo sé…- expresó a media voz de forma trémula, escuchó la pregunta por segunda vez sintiendo como si una daga se enterrase en su vientre –No lo sé Zephire, no sé donde está.- expresó acercándosele como una pantera herida hace frente a su cazador para intentar defenderse, más ella tenía algo superior a la vida qué perder, el amor por él. Dejó qué soltase el veneno qué lo estaba quemando por dentro, mismo qué ella se había tragado por años.

Las piernas parecían doblársele cuando caminó hacia ella, sintió ganas de correr, de caminar hacia atrás, las mismas ganas qué sentía de abofetearlo por lo incisivo de su mirada, así como quería abrazarlo y decirle cuanto lo seguía amando. En sus ojos se podían ver la sinceridad, el dolor y todos aquellos sentimientos qué mantenía guardados para él y el pequeño Emil. No dio un paso atrás, se mantuvo ahí haciéndole frente viéndolo fijamente a los ojos –Maldito bastardo egoísta, crees qué no te busqué?, eras mi puñetera vida, eres mi maldito dueño aún ahora, por qué carajo no te haces esa pregunta a ti mismo?, por qué demonios no moviste cielo y tierra para buscarme, o qué?, esas malditas promesas de “amor” solo eran para desvirgar a la princesa del imperio de los Diamantes?.- preguntó con una lengua mordaz. –No hables en pasado, ERES EL PADRE, me guste o no lo eres, y quería esa maldita familia, estaba dispuesta a dejarlo todo por ti… por ustedes!.- dijo al tiempo qué se levantaba la blusa dejándole ver una parte de la cicatriz –Esta herida me duele y se abre día con día... ni siquiera duermo en paz desde hace cinco años…- expresó de nuevo bajándose la blusa –Ese pequeño es la única razón por la qué estoy sobria y viva… él y tú eran mi mundo y ahora vienes a reprocharme?. Serás perro, no quieras cobrarme a mí lo qué le hicieron tu hermano, me juego la vida y perdí la oportunidad de saber quien lo tenía por ayudar a Nick, pero claro, eres tan perfecto qué no te das cuenta de lo qué otros hacen… yo era una niña, no tenía edad para beber siquiera!.- expresó dando un paso al frente, los ojos enrojecidos eran como cristales qué dejaban ver la verdad de su dolor…
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Mensaje por Zephire Oliveira Mar Dic 04, 2012 12:38 am

Si hubiese perdido la visión, en aquél momento podría haber jurado que la piel comenzaba a desprenderse tira a tira del cuerpo, ya que aquella ínfima oración le escocía los ojos y la razón como hogueras de madera verde. Su rostro poco a poco iba cayendo presa de los demonios que hace tantos años se habían apoderado de su vida, de todas las noches en vela, maldiciones e improperios que se obligó a guardar tras una pesada puerta dentro de su psique. Las puertas tarde o temprano se abren, ya sea por la carga que llevan las termine tirando, o un hijo de puta las abra sin avisar; ahora todo salía galopando como jinetes apocalípticos aclamando su lugar por el tiempo presos, era más un animal, de los que lo mal llamaron cientos de veces, pasando a un estado puro, meramente primigenio, en el que sabía a la honestidad como un arma mortífera y de doble filo- No lo sabes... Supiste como meterte en mi mente, clavarte cual oxido... Pero no tienes puta idea de nuestro hijo -Masculló ácidamente, mirándole de reojo mientras caminaba al rededor suyo tal cual depredador.- ¿Por qué, Selina? ¡Por qué no lo defendiste! Podías haberme mandado a chingar minha cadela mãe, pero dejar que te alejaran a tu hijo, ¡¿sangre tuya?! -La rabia que llevaba en su interior iba reptando lenta pero efectivamente dentro del cuerpo, sentía las manos atadas, la innata necesidad de salir corriendo por el puto mundo a encontrar al pequeño.

Sus pasos le volvieron a llevar delante de la muchacha, quien como libro abierto dejaba ver su vieja alma atrapada dentro del joven cuerpo. Así la había visto él desde un principio, un alma con sabiduría, aunque en ese momento se le antojaba bastante haberse equivocado, siendo una mocosa más, engreída, caprichosa y descuidada. Cedió su momento de ira, escuchando la misma ponzoña con la cual la adinerada familia años atrás lo había hecho alejarse,creyendo que era la decisión más cuerda, al menos la más sana para aquella felina. Los músculos de su mandíbula se tensaron en un afán de mantener las palabras amarradas en su lengua mientras ella las desbordaba como borrasca. Algo la diferenciaba de ella, uno de esos pequeños detalles, bastante importantes, él controlaba lo que profería de entre sus dientes, buscando el lugar exacto donde atacar. Un paso suyo acortó la distancia de manera peligrosa, a medida de que sus facciones se volvía rígidas y la voz se teñía de marcado hastío- Me lo pregunté, pregunté qué karma cargaba para tener que haber cruzado mi camino contigo. -Pronunció sin ápice alguno de sentimiento en esa oración inicial- Me enfrenté con tu inmenso nido de alimañas, no fui considerado más que como un perro, igual que el traidor pendejo al que ustedes habían abierto sus puertas. Eramos una escoria a su lado, a quienes supuestamente ustedes tendieron la mano tan gentilmente y nosotros, unos imbéciles sudamericanos que afortunadamente se hicieron de un lugar por tu gente, para después morderles la mano -Le tomó de la nuca, halando bruscamente y levantando su cráneo lo suficiente para verla directamente a los ojos- Todas mis palabras fueron ciertas, toda y cada una de ellas. Tu puta fortuna o tus diamantes jamás me importaron, no habré nacido tan podridamente millonario como tú, pero nunca necesité un céntimo de ustedes.

Se alejó de ella, soltando el agarre forzado con el que la tenía para darle la espalda mientras recogía los papeles de la mesa de billar con el mismo cuidado que usó al analizarlos la primera vez- Este niño no fue el único jodido por tu imperio, mocosa estúpida. Mis sobrinos se han quedado sin su padre, han sufrido de acosos innecesarios, aunque la mierda no sea de tu interés. -Los ojos cual brasas se clavaron directamente sobre la foto del recién nacido, buscando alguna manera de adivinar sus facciones a la fecha, solo logrando que su cuello tronase en acto involuntario- Hice todo lo que estuvo en mis jodidas manos, te defendí ante mi familia, anteponiendo la tranquilidad de mi casa. Sufriste, lo admito, pero no tuviste lo suficiente para querer dejar esa vida cómoda atrás. -Sus palabras se iban apagando de a poco, pero la última estocada de la felina volvío a soplar sobre los rescoldos que alimentaban su energía, liberando de su pecho una risa ronca que apenas se abría paso entre sus dientes, volviendo la mirada hacia la gata brava- Serás cínica. No tenías edad para beber, pero sí para hacerte de tu capricho, te atraje y no estuviste contenta hasta que de verdad me tuviste a tu merced -Una sonrisa socarrona se formó en sus labios- No tenías la edad para beber, pero si para buscar revolcarte con el tipo extraño que se la pasaba forzadamente en tu casa. Y ni quiero escuchar que me estoy excusando, admito mi parte. Así que si tanta madurez me presumías, también asume la tuya. -Sentenció, arrojando de nueva cuenta el folder sobre la mesa, a corta distancia suya.
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Mensaje por Selina Sheringham Mar Dic 04, 2012 1:29 am

La joven se mantenía firme como si sus pies estuvieran anclados al suelo, aún qué sabía qué el huracán qué había desatado Evan aquella noche nada lo detendría, la furia de aquel demonio no se detendría sí no hasta dar con su hijo y con los culpables de la desaparición del retoño de ambos, pasó saliva con trabajos pues la garganta se le había hecho un nudo, su corazón latía con dificultad sin embargo el amor por el pequeño qué ocupó su vientre nacido del amor qué se profesaron alguna vez, la hicieron evitar bajar la mirada y llorar con desesperación, no iba a derrumbarse, no aún. Cada palabra qué salía de los labios qué más de una vez le habían arrancado suspiros y acallaban sus miedos, estaban llenas de acido, de un veneno qué corroían su alma y ese corazón hecho pedazos. Sonrió de medio lado, con amargura y dolor al escucharle, su voz taladraba sus oídos, sin embargo no le respondería, le conocía y en cinco años no había cambiado tanto como pareciera.

Mantenía la mirada fija en él al tiempo qué los ojos se le llenaban de lagrimas derramándose rodando por las pálidas mejillas, el maquillaje de la chica empezaba a correrse dejando marcas en su piel dejando las ojeras mucho más visibles, en algo tenía razón en qué una de las familias más poderosas del país no lo trataron como deberían, muchas veces se enfrentó a sus abuelos y a sus tíos especialmente. Seguía en silencio aún cuando su cabeza fue tomada por la nuca con fuerza, arrugó la nariz en un gesto de desagrado evidente aún qué aquella reacción quizás la esperaba incluso peor, cuando la soltó intentó llevarse la diestra al cuello para sobarse pues por la tensión se había torcido un poco, mas no pudo era como si de sus brazos pendieran enormes sacos de arena qué evitaran sus movimientos. Lo escuchaba, y cada palabra era como si una espada se enterrara en su vientre y en su pecho. Cerró los ojos cuando él endemoniado guerrero se dio la vuelta, empuño las manos enojada más herida en su amor de madre qué en su amor de mujer, vio el folder caer en la mesa negando con la cabeza, al fin se armó de valor y avanzó hacia él, rodeándolo para hacerse frente.

-Ya?, terminaste?... bien ahora voy yo... Claro… sí me defendiste tanto qué tú cuñada nunca te dio mis mensajes, una y otra vez me colgó el teléfono, no Zephire ya he cargado por cinco años sola con esto, he investigado por mi cuenta, me he enfrentado a Evan, a mi abuelo incluso, iba a decírselo a mi padre, tienes idea de lo qué eso significaba?, no verdad?. Claro para ti es fácil criticarme y tacharme de hija de perra hasta de mala madre, me juzgas solo por la cuna en la que nací y sabes?, YO NO LA ELEGÍ, yo no decidí nacer en ese maldito mundo, no decidí tener sabanas de seda… qué ahora qué lo mencionas… Sí acepto qué no descansé hasta tenerte a mi lado, te hechicé sabes?, me adueñé de tu mente y de tu alma tan así como qué ahora me odias tanto como me amaste… y me alegra, nunca me has sacado de tu vida, ni lo harás y ahora mucho menos. Con el primer beso, con la primera vez qué arañé tu espalda y desde la primera vez qué te dije que te amaba, encadené nuestros destinos, te guste o no, y MI hijo es el candado qué nunca los va a separar, ni en esta vida en la otra, te sentencio no solo por el amor que te tengo si no por el maldito daño qué me causas ahora.- expresó tomando el folder cerrándolo.

-Puedo jurarte sobre estas fotografías qué, no hubo un solo puto día qué no pensaras en mi…- expresó acercándosele peligrosamente hasta quedar frente a él. –No me revolqué contigo, aún qué te duela yo hice el amor contigo, TE AMÉ, fue solo al comienzo qué te era obligatorio estar en la casa de mis abuelos por qué después los dos disfrutamos de cada maldito rincón de la mansión, o ya no lo recuerdas?.- sonrió maliciosamente de forma arrogante -Sí aún lo recuerdas por qué mi puta alma quedó tatuada en tí, admito mi culpa, tienes razón no fui capaz de defender a mi hijo pero, claro es fácil juzgarme por qué, mientras yo estaba embarazada a miles de kilómetros de mi casa, sin una sola alma qué me acompañara, llamandote cada puto día por seis meses, enviandote cartas, lo último qué salía de mis labios por las noches era tú nombre, y eras a quien rogaba cada mañana, durante el parto imploré tu presencia pero no, tú estabas aquí comodamente, culpándome de un crimen qué NO COMETÍ, métetelo bien en la cabeza Oliveira, NO FUI YO QUIEN ENCARCELÓ A TU HERMANO. Al contrario, he sido yo la qué ha pagado muchas veces para qué lo mantengan vivo, cabrón hijo de perra, crees qué el hermano de un detective y “cuñado” de otra, tiene la vida asegurada en Rickers?, en verdad vives en un puto cuento que TU mismo te hiciste, no fuiste capaz de luchar por la pinche mocosa qué decías amar, tampoco fuiste tan listo como para mantenerme a tu lado, sabes?, sin Richard soy yo quien tiene el poder para empezar una investigación y retirar los cargos, pero hasta qué cumpla los 21… mientras tanto, me juego no solo mi vida sí no la de mi hijo.- expresa arrebatándole el brazalete de la mano sin importarle qué se partiera por la mitad.

-Vamos, quieres culparme, hazlo, destila todo tu maldito veneno, intenta matar el maldito amor qué aún siento por ti, jodeme sobre lo de Nick, maldíceme, es más quieres romperme la cara?, perfecto hazlo… pero cuando te desahogues nos vamos a sentar en una puñetera mesa y vamos a buscar juntos a Emil… si no lo aceptas, te juro por él y por la memoria de mi padre qué jamás sabrás nada sobre él… entendiste BESTIA?.- sentenció, viéndole a los ojos intentando calmarse…
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